viernes, 31 de octubre de 2008

Siempre con la misma cantinela

Como siempre ando con la misma cantinela cuando me presentan a alguien nuevo, voy a zanjar de una vez por todas el tema: MI NOMBRE. Me llamo Carlampio, qué nombre más raro, ¿verdad?
¿De donde viene? Pues la historia cristiana sitúa a un mártir llamado Carlampio en el S.III d.C., aún en tiempo de romanos. Supongo que los párrocos de las sucesivas épocas irían nombrando a los recién bautizados con ese nombre tan raro coincidiendo con la onomástica del santo mártir.
No es que me haga demasiada gracia llevar el nombre de un santo, pero al menos se sale de lo común.
También he descubierto que en el S. XV se escribió una novela cuyo protagonista es Don Carlampio, un Don Juan de pacotilla. Así como que en la isla de Latoja, en A Coruña, hay una ermita revestida de conchas que es la ermita de San Carlampio, o que en la región de Chiapas hay un revolucionario del ejercito Zapatista en presidio, también llamado Carlampio.
Ahora, la pregunta es, ¿cómo cojones ha llegado ese nombre a nuestros días? Pués no tengo ni la más remota idea, lo único que se es que el párroco de la iglesia de Alcalá de Xivert ya le asignó éste nombre a mi tatarabuelo, y así, de padres a hijos a pasado el nombre. Mi tatarabuelo, mi abuelo, mi padre y después yo. Supongo que os preguntaréis si yo también voy a seguir con ésta tradición. Pues os contestaré lo mismo que contestó mi padre, no depende de mi, además no me parece un nombre, me parece una putada. ¿Y entonces por qué me puso Carlampio? Pues porque mi madre, en el momento de ponerme un nombre, le dijo a mi padre que quería ponerme Carlampio por que ella se había enamorado tanto de él como de su nombre.
Así, que si algún día me veo metido en ese berengenal, y me dan la misma respuesta, ya sabéis lo que me tocará hacer...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tiene una ventaja, al menos no suena a Televonovela como otros tantos, Mar Violeta, Jonatan Fernando o Maria aparecida de Nazaret.